martes, 22 de julio de 2014

Lo que no se mide, no se puede mejorar: Enrique Lau Cortés

ENRIQUE LAU CORTÉS

Utilizar indicadores es fundamental para tener datos objetivos y actuar sobre ellos permite hacer mejoras.
Cuando un niño tiene fiebre se le debe medir la temperatura para determinar si el medicamento que se le administra actúa como esperamos; cuando un empresario quiere determinar cómo va su negocio, utiliza los estados financieros, al igual que para que un estudiante sea promovido o no, debe someterse a evaluaciones que tienen una escala que determinan su evolución.


Al estudiar el informe 2012, recientemente publicado por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) del programa para la evaluación internacional de alumnos, conocido como PISA (por su siglas en inglés) no encontré a Panamá en la lista.

Esta prueba pretende medir conocimientos en jóvenes de 15 años en ciencias, matemáticas y lectura comprensiva de 65 países que representan una muestra de cerca del 80% de la población mundial. En el informe de este año se evidencian cambios significativos en comparación con los previos en el que Finlandia y los países nórdicos eran los lideres y, ahora, han cedido su lugar a una pujante región de Asia Pacífico donde destacan Shanghái, Singapur, Corea de Sur, Hong Kong, Taiwan, Japón y Macao, con estudiantes que evidencian cerca de 3.5 años más de estudios de los que les siguen.

Los países nórdicos descienden en la tabla, Europa se encuentra en la media de la OCDE y Estados Unidos está por debajo de la media. Al mismo tiempo los países de América Latina se ubican al final de la lista con Chile con los mejores resultados, seguido de México, Brasil, Costa Rica, Colombia, Uruguay, Argentina y Perú.
Los jóvenes de América Latina de acuerdo a los estándares PISA no saben matemáticas, ciencias y no entienden lo que leen; se aprecian como los más impuntuales, sin embargo salen como los más felices, ¿será que la felicidad es inversamente proporcional al conocimiento? Creo que no, me parece que tiene que ver mucho con los valores que les inculcamos en casa y los valores nacionales que ven todos los días. Hay que poner a la educación como la vía más eficiente para salir de la pobreza y tener una vida mejor, valores como la disciplina, el compromiso, la perseverancia y el trabajo son fundamentales.

Al analizar lo que han hecho los países con mejor desempeño en esta materia vemos que, en primer lugar, pasaron del discurso político a posicionar de verdad a la educación como tema de Estado, no como parte de un plan de gobierno con fines electorales. Incrementaron el presupuesto educativo que, en algunos casos, llega al 25% del PIB, y se invierte en infraestructuras, porque en la mayoría de nuestros países estas se usan en varias jornadas, de forma que los estudiantes solo asisten cuatro horas al día a las escuelas, en promedio; incorporaron tecnología en la educación para que los niños tengan muchas vías y más sentidos para aprender; individualizaron el aprendizaje porque todos los niños no aprenden igual; mejoraron la remuneración de los educadores; y aumentaron los días y las horas de clases y los jóvenes permanecen más tiempo en las escuelas mejorando su aprovechamiento escolar.

Allí reciben alimentación, con lo que se combate la desnutrición y la obesidad infantil; desarrollan actividades extracurriculares como bellas artes; practican deportes y, sobre todo, aprenden inglés. Ellos permanecen en las escuelas de 8:00 a.m. a 5:00 p.m., alejándose de las calles y de las pandillas.

Se requiere, además, incorporar a las familias en la educación como núcleo de la sociedad. Está probado que aquellos estudiantes que dedican más tiempo a estudiar con sus familias, en casa, tienen más conocimientos.
Solo innovando y buscando nuevos caminos lograremos resultados diferentes al rezago que hoy evidencian nuestros jóvenes al llegar a las universidades.

Nuestro país, producto del trabajo de todos, ha tenido un crecimiento económico espectacular. Sin embargo, para sostenerlo y potenciarlo en el tiempo necesitamos fortalecer nuestro talento, ese capital intelectual que solo se alcanza con educación de la más alta calidad y de clase mundial. Para ello es importante medir el desempeño y participar en las evaluaciones internacionales. Cuando nos abocamos a un proceso electoral, los candidatos deben tener esta información, para construir sus agendas de trabajo y para que nos compartan su visión. El tema de educación debe sobrevivir a los gobiernos, como lo hicimos con el Canal de Panamá, de manera que podamos elegir un presidente estadista, que piense en las futuras generaciones, no en las próximas elecciones.

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