Degustaba un
delicioso dim sum, con mi amigo Anderson Gomes, un especialista en física,
quien fue secretario de Educación del estado de Pernambuco, en Brasil, durante
la administración del gobernador Eduardo Campos, y entre el ham pao, hakao y
uno que otro shumai, no resistí la tentación de preguntarle qué había hecho
para convertir a su Estado, en uno de los mejores en el ranking en educación
básica y media en Brasil, después de ocupar los últimos lugares.
Lo primero
que hicieron fue aumentar la permanencia de los niños en las escuelas con una
sola jornada, de 8:00 a.m. a 5:00 p.m., pues hay evidencias de que más tiempo
en las escuelas significa mejor desempeño académico. Al final del día, los
niños regresaban a su casa a jugar y descansar. Para ello, tuvieron que
construir instalaciones, mejorar las existentes dotándolas de comedores
escolares para enseñarle a los niños a alimentarse, para combatir la
desnutrición y la obesidad. Además, incorporaron la enseñanza de inglés,
español y actividades extracurriculares como, deportes y música.
Al
preguntarle ¿cuál era el punto crítico de este modelo? Me dijo, sin titubear:
“Los educadores. Con ellos tuvimos que llegar a un nuevo pacto social, hay que
pagarles mejor para que no tengan que trabajar en varios lugares para
sobrevivir, estableciendo incentivos por desempeño. Hay que valorarlos, para
que se incorporen y asuman el reto que comienza por capacitarse en las nuevas
tecnologías educativas, además de la revisión de los contenidos curriculares
para adecuar lo que se enseña, y preparar a los niños para la vida”.
Cada país
debe aplicar su propia receta. No es eficiente importar modelos prefabricados
del extranjero. Lo que podemos hacer es cortar nuestro modelo al estilo
panameño para llegar a ese nuevo “acuerdo nacional” con los maestros y profesores.
Además se deben construir más escuelas donde se necesiten, erradicar las tipo
ranchos, incorporarles electricidad y energías de tipo renovable a más de 800
planteles que no la tienen. Es decir, impulsar las escuelas de excelencia, sin
descuidar la educación incluyente; mantener más tiempo a los niños en los
colegios para sacarlos de las tentaciones de las calles y las pandillas, además
de alimentarlos de forma adecuada para que prevalezca el dicho de “barriga
llena, corazón contento”. De lo contrario “los gritos del estómago con hambre
acallarán las vocecitas del cerebro”. Nadie puede maximizar su talento con
hambre.
Es
impostergable fortalecer la educación bilingüe y hasta trilingüe en caso de los
pueblos originarios, para que, además de su lengua ancestral, aprendan español
e inglés. Es imperativo desarrollar el amor por las ciencias, la investigación
y la innovación, sin descuidar las ciencias sociales. Por ello, debemos
impulsar la robótica desde la escuela primaria, igual que el uso de tecnologías
de la comunicación e información –el acceso a internet ya se declaró como un
derecho humano–, para cerrar la brecha tecnológica y de conocimientos que hay
en Panamá.
Debemos
confrontar nuestros resultados y someternos a las mediciones del desempeño en
educación a nivel internacional, para hacer los ajustes pertinentes y
participar en las competencias mundiales en informática, robótica, mecatrónica,
entre otras. Por eso, la “referenciación” competitiva con los mejores es el
primer paso para superar nuestras deficiencias y para que los niños tengan
acceso a una educación de la más alta calidad posible, de clase mundial, con
fundamento en los valores de nuestra sociedad.
El proceso
debe comenzar por reconocer la realidad del país para entonces mejorar. Hay que
ubicar a los estudiantes en el centro del esfuerzo, despertar en ellos la
alegría de ir a la escuela para aprender mientras juegan y participan. Creo que
Panamá comienza a dar los pasos en la vía correcta con la enseñanza del inglés
para todos, con el proyecto para construir más aulas y el de establecer la
jornada escolar única. Sin embargo, eso no es suficiente. Falta mucho por
hacer, pero se requiere la participación de los educadores y de la sociedad
civil, y que el Gobierno dote los recursos y el apoyo necesario e impulse una
visión, a largo plazo, para migrar de “planes de gobierno” a un “programa de
Estado en Educación”, por ser la vía más segura para salir de la pobreza y
mejorar los indicadores en salud. La educación es la única que nos hará libres
y soberanos.
Dr. Enrique Lau Cortes
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