‘El respeto al derecho ajeno es la paz’: Enrique Lau Cortés
En su manifiesto, del
15 de julio de 1867, a su regreso triunfal tras derrotar al segundo imperio
mexicano de Maximiliano I, Benito Juárez dio origen a la frase que sirve como
título de este artículo, basada en el respeto a los demás. Lo hizo con la profunda
convicción de que, en democracia, mis derechos terminan donde comienzan los de
mi vecino. Esto ha servido de marco de referencia a la relación entre las
naciones y las personas.
Al parecer, hemos
olvidado resolver las diferencias por la vía pacífica, recurriendo con
frecuencia a los famosos “cierres de calles”, lo que obliga al Gobierno a ser
reactivo, porque son los grupos de presión los que imponen la agenda nacional.
Lo grave es que aunque la protesta sea legítima, si perjudica a terceros, lejos
de lograr el efecto deseado, genera el repudio de los trabajadores que no
llegan a sus sitios de labores, de los estudiantes que faltan a clases, de los
pacientes que pierden citas, de los transportistas que dejan de ganar dinero en
esa y otras vueltas, y de los turistas que pierden la oportunidad de conocer el
país. En resumen, estas medidas afectan al pueblo.
Sin embargo, se impide
el libre tránsito para reclamar por la falta de viviendas o exigir la entrega
de títulos de propiedad luego de invadir terrenos privados o municipales.
Distintos grupos sociales cierran las vías en reclamo de empleos o por disputas
entre ellos; los jubilados incurren en esta práctica para que les aumenten sus pensiones;
los pacientes por falta de medicamentos o retraso en sus cirugías; los usuarios
del transporte por el mal servicio; los conductores de los llamados busitos
piratas, en demanda de certificados de operación, y los conductores del Metro
Bus por inconformidad con la empresa.
El colmo fue el de un
grupo de transportistas que amenazó con cerrar las vías, porque no quiere que
los agentes de la Autoridad de Tránsito y Transporte Terrestre les impongan
infracciones. Parece que la moda es impedir el libre tránsito sin importar a
quién se afecte. Si no le ponemos un alto a esta situación, podemos contagiar a
otros y caer en una anarquía.
¿Qué ha sucedido en la
Universidad de Panamá con los cierres de calles? La rectoría optó por la
gestión de puertas abiertas. Atendió las demandas mediante el diálogo y los
consensos, a lo que se suma la evolución positiva de los estudiantes, que
substituyeron los argumentos por las piedras y la violencia, sin claudicar en
su derecho a protestar, y concentraron su atención y energía en el estudio para
forjar su futuro y la patria que todos queremos.
La Constitución
Política de Panamá, de 1972, ajustada a los actos reformatorios, en su título
III, referente a los deberes y derechos individuales y sociales, en su artículo
27 establece: “Toda persona puede transitar libremente por el territorio
nacional sin más que las limitaciones que le impongan las leyes o el reglamento
de tránsito”.
Este último aprobado
mediante Decreto Ejecutivo No. 640 del 27 de diciembre de 2006, que en su artículo
161, literal N, prohíbe obstaculizar, impedir o dificultar la circulación en la
vía publica bajo cualquier circunstancia. La norma existe, sin embargo, la
inobservancia de la ley, al no acarrear consecuencia, la convierte en letra
muerta. Por ello, creo que debemos construir políticas públicas que mejoren la
educación de los niños, fortaleciendo los valores que tenemos como Nación. Esto
debe ir unido a una gestión pública eficiente y eficaz, capaz de llegar a
consensos, antes de que la población obstaculice la vía pública, y así el
pueblo se sienta atendido por sus gobernantes, sin que lo urgente impida que se
haga lo importante.
Con la generación
perdida, las autoridades competentes deben hacer que cumplan la ley y aplicar
las sanciones correspondientes, cuando la violan. De tal suerte que sean
conscientes de que cuando gritan: “¡hasta las últimas consecuencias!”, no es
solo un grito amenazante de guerra, sino la expresión de quien debe afrontar a
la justicia cuando irrespeta el derecho ajeno y altera la paz social.
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