Mujeres educadas, mejor sociedad: Enrique Lau Cortés
“En la vida no te dan lo que mereces, sino lo que eres capaz
de negociar”, esto lo han comprendido muy bien las mujeres a través de luchas
generacionales. Así lograron que el 8 de marzo fuera adoptado por las Naciones
Unidas como el Día Internacional de la Mujer, tras muchas lidias y sacrificios,
como lo ocurrido el 25 de marzo de 1911, cuando 140 mujeres inmigrantes, en su
mayoría italianas y judías, fallecieron en un incendio presuntamente provocado
en la fábrica de camisas Triangle, en Nueva York, mientras demandaban mejoras
en sus condiciones laborales, un trato más humano y jornadas de ocho horas. El
hecho marcó un hito en la legislación laboral de Estados Unidos.
En 1917, un grupo de rusas se declaró en huelga en demanda de
“pan y paz”, como reacción a la pérdida de más de 2 millones de soldados de ese
país en la guerra. La protesta culminó con la caída del zar y el reconocimiento
de derechos a la mujer.
Esa capacidad de lucha influyó para que en el año 2000, 189
países miembros del Sistema de Naciones Unidas firmaran los compromisos de
desarrollo del milenio y se comprometieran a “promover la igualdad entre los
géneros y la autonomía de la mujer, eliminando las desigualdades en la
enseñanza primaria y secundaria, preferiblemente para el año 2005, y en todos
los niveles de la enseñanza antes de finales de 2015”.
Aun cuando se aprecian avances en la equidad de género,
tenemos mucho por hacer en un país en el que el 30% de los hogares tiene como
cabeza de familia una mujer; en el que hay niñas que abandonan las aulas
escolares para cuidar a sus hermanitos menores o para trabajar y llevar
ingresos a sus familias; niñas explotadas sexualmente o sometidas a la
prostitución infantil; mujeres que reclaman respeto y una legislación que las
proteja contra el acoso sexual callejero, el hostigamiento o bulling, pero que
en lugar de lograr que se abra un debate serio del tema, son sometidas a las
burlas.
Una estrategia en la lucha contra la pobreza consiste en
educar a las niñas. Ellas tienen más dificultades para asistir a la escuela, ya
sea por razones culturales, de acceso, pobreza o marginalidad. Si se les priva
de buena educación se mantendrán atrapadas en el círculo vicioso de la pobreza,
serán más vulnerables y, agobiadas por el hambre, tendrán mayor riesgo de ser
sometidas a la trata de personas y mayor incidencia de enfermedades como el VIH/sida,
a los embarazos no deseados e hijos que también serán pobres.
Si logramos que todas las niñas vayan a la escuela, en
particular de las regiones más vulnerables, cambiaremos el prototipo de que la
mujer Ngäbe es la más pobre entre los pobres del país.
Una niña educada, cuando termine sus estudios de media
seguramente irá a las universidades y adquirirá las herramientas para la vida,
sin necesidad de traer al mundo niños de padres diferentes para poder
sobrevivir. Lo más esperanzador es que esa mujer educada será el pilar en la
construcción de la nueva generación de panameños menos machistas, más
respetuosos y comprometidos con la equidad.
El 80% de las mujeres que ingresan a la Universidad de Panamá
es la primera generación en llegar a una institución de educación superior.
Muchas juegan varios roles: desde hijas, madres, cabezas de familia, esposas,
hasta trabajadoras. Son más perseverantes, pues cerca del 70% de las que
ingresan culmina con éxito sus estudios, contrario a los altos índices de deserción
de los varones.
A pesar de estas evidencias de superación femenina, persisten
las desigualdades. No podemos aceptar que en este siglo, mientras en las
universidades del país el 70% de los graduados corresponda a mujeres, ellas
reciban 30% menos remuneración que los hombres por igual trabajo. Tener mujeres
educadas es un activo supremamente valioso para una sociedad, y en Panamá
tenemos ese privilegio. Sin embargo, la lucha por la igualdad de oportunidades
y la equidad no debe ser exclusivamente de ellas; nos importa a todos. Por eso,
en este Día Internacional de la Mujer renuevo mi compromiso de ser un promotor
de la educación de las niñas a corto, mediano y largo plazo, como estrategia
para derrotar a la pobreza. Y usted, ¿qué va hacer?
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